sábado, 14 de enero de 2017

¿Por qué sigue siendo importante criticar la astrología?

"El rechazo envarado de un coro de científicos no establece contacto con las necesidades sociales que la astrología -por muy inválida que sea- afronta y la ciencia no." Carl Sagan.

Un punto bastante interesante para mí entre las discusiones de este año que terminó fue el encontrarme con el renovado debate sobre la astrología, una de las pseudociencias clásicas de denuncia del canon escéptico. Criticada desde los tiempos en que escribía Agustín de Hipona (alías San Agustín), la astrología es un blanco viejo, y algunos dirían que ya es un punto demasiado aburrido para volver a tratar. Después de todo, lo que los escépticos tenían que decir sobre la astrología ya está dicho desde hace tiempo (por lo menos, desde los tiempos de San Agustín), ¿no? Bueno, por lo visto no, según nos muestran dos trabajos independientes publicados en 2016.

 Y es que, a 41 años del clásico manifiesto "Objections to Astrology", de Paul Kurtz, Bart J. Book y Lawrence E. Jerome, publicado en The Humanist;  y a 30 años del también clásico artículo monográfico de Geoffrey Dean "Does Astrology Need To Be True?", publicado en Skeptical Inquirer, el filósofo de la ciencia Ian James Kidd, y el mismo investigador Geoffrey Dean por su parte, comenzaron la controversia por separado con dos artículos, creo yo, en camino de volverse nuevos clásicos sobre el tema: Kidd, profundo estudioso del pensamiento de Paul Feyerabend, publicó un artículo titulado "Why did Feyerabend Defend Astrology?" para la revista Social Epistemology, donde resaltan los puntos importantes de las críticas de Paul Feyerabend al manifiesto contra la astrología de Kurtz, Book y Jerome. Por su parte, Dean publicó para Skeptical Inquirer su artículo de portada titulado "Does Astrology Need To Be True? A Thirty-Year Update", donde reseña los estudios controlados que se han llevado a cabo para averiguar si la astrología es efectiva en algo y por qué, a pesar de la negativa de todos los estudios serios, la astrología sigue tan viva y presente en nuestra sociedad actual.



¿Por qué Feyerabend defendió la astrología? Una lección sobre el "dogmatismo" de los científicos (y la imprudencia de un filósofo)



Tanto en ciencia como en filosofía de la ciencia, es bastante común escuchar o leer que los métodos científicos dan garantía de objetividad al conocimiento que se produce mediante dichos métodos. Los grupos de control de doble ciego, por ejemplo, suelen verse como ejemplos de investigación científica libre de sesgo lo más humanamente posible. Aunque nadie con un poco de conocimiento sobre la actividad científica puede asegurar que la ciencia es poseedora de verdades absolutamente objetivas, es igualmente cierto que entre las comunidades científicas tampoco se está absolutamente exento de actitudes dogmáticas. Esto último se dice con menos frecuencia entre los que conocen de ciencia.

Cuando los científicos se enfrentan o critican áreas fuera de su especialidad, en ocasiones se observa un vergonzoso ejercicio de apelación a la autoridad, más que apelación a los hechos y las teorías que dan coherencia a los primeros. Tal es el caso de algunos científicos a la hora de atacar las pseudociencias. Hoy en día son célebres los enfrentamientos entre médicos y curanderos de la acupuntura o la homeopatía; controversias entre biólogos y creacionistas; la lucha de astrónomos por desprestigiar la ufología o teorías cosmológicas altamente especulativas como las de Immanuel Velikovsky. Y claro está, la lucha de los divulgadores científicos contra las populares prácticas de la astrología.

Los científicos cumplen una importante función social a la hora de denunciar las prácticas pseudocientíficas, siempre y cuando se haga de manera informada, racional y con conocimiento auténticos sobre el tema. La denuncia de las falsificaciones científicas suele ser un trabajo ingrato, en el que los científicos no suelen ganar mucho y al contrario, dicha actividad puede ser mal vista por sus colegas quienes piensan que dedicarle tiempo a los charlatanes es darles demasiada importancia. Es preferible volver al laboratorio e invertir el tiempo en trabajos importantes. Tal vez para aquellos que no poseen conocimientos sobre los charlatanes la mejor decisión sea justamente esa, la de preservar una opinión personal, pero mostrar humildad y honestidad intelectual al no hablar de manera pública de lo que no se conoce.

Sin embargo, en ocasiones, los científicos legítimamente preocupados por la salud de la cultura de su tiempo llegan a defender la educación científica traicionando sus propios principios, y promoviendo la imposición de la autoridad de los expertos antes que los argumentos de los expertos. En 1975 el filósofo Paul Kurtz junto al astrónomo Bart J. Bok y el escritor de ciencia Lawrence E. Jerome, publicaron el célebre manifiesto "Objections to Astrology", donde 192 científicos (incluidos 19 galardonados con el Nobel) firmaron asegurando pertenecer a una comunidad de científicos de distintas áreas preocupados por la creciente popularidad de la astrología en el mundo.

El manifiesto buscaba prevenir al público contra la aceptación incondicional de las predicciones y los consejos dados en privado y públicamente por los astrólogos. Los que desean creer en la astrología deben darse cuenta de que no existe una base científica para sus principios. El manifiesto señalaba que la astrología era una práctica mágica de tiempos antiguos que en la actualidad había perdido vigencia gracias a los estudios de las distancias de estrellas y planetas, y al estudio de la influencia sobre la Tierra de estos astros (o mejor dicho, su falta de influencia). Los manifestantes afirmaban que debe ser evidente que aquellos individuos que continúan teniendo fe en la astrología lo hacen a pesar del hecho de que no hay ninguna base científica comprobada por sus creencias, y que de hecho existe una fuerte evidencia de lo contrario.

Hasta aquí cualquier persona que se diga defensora de la cultura científica no vería gran problema con un manifiesto que aboga claramente por la educación y la aceptación de la ciencia por encima de la superstición. Pero eso no fue lo que vieron de forma separada el astrónomo Carl Sagan y el filósofo Paul Feyerabend, siendo críticos ambos del manifiesto de Kurtz.

Sagan (quien nos habla de este episodio en El mundo y sus demonios) explica que:
Después de lidiar con las palabras [del manifiesto], al final me encontré incapaz de firmar... no porque pensara que la astrología tenía algún tipo de validez, sino porque pareció (y todavía me lo parece) que el tono de la declaración era autoritario. Criticaba la astrología porque sus orígenes estaban envueltos en la superstición. Pero esto también es cierto para la religión, la química, la medicina y la astronomía, por mencionar sólo cuatro temas. Lo importante no es el origen vacilante y rudimentario del conocimiento de la astrología, sino su validez presente. Había también  especulaciones sobre las motivaciones psicológicas de los que creen en la astrología. Estas motivaciones - por ejemplo, la sensación de impotencia en un mundo complejo, perturbador e impredecible - podrían explicar por qué la astrología no recibe generalmente el escrutinio escéptico que merece, pero no afecta para nada al aspecto de si funciona o no. 
La declaración subrayaba que no se nos ocurre ningún mecanismo por el cual pueda funcionar la astrología. Es ciertamente un punto relevante, pero poco convincente por sí mismo. No se conocía ningún mecanismo para la deriva continental (ahora integrada en la tectónica de placas) cuando Alfred Wegener la propuso en el primer cuarto del siglo XX para explicar una serie de datos confusos en geología y paleontología.
[...] 
Yo habría firmado encantado una declaración que describiera y refutara los dogmas principales de la fe en la astrología. Una declaración así habría sido mucho más persuasiva que la que realmente se publicó y circuló... El rechazo envarado de un coro científicos no establece contacto con las necesidades sociales que la astrología -por muy inválida que sea- afronta y la ciencia no. 


Para Sagan la denuncia de la pseudociencia no puede hacerse únicamente exponiendo el origen supersticioso de alguna práctica. Esto sería caer en la falacia genética y un flaco favor a la imagen pública de la ciencia como supuesta fuente de opiniones y conocimientos claramente certeros y precisos. Cuando Alfred Wegener propuso la deriva continental la comunidad de geógrafos, incluyendo a las mayores eminencias de la época, rechazaron dicha hipótesis carente aparentemente de sustento. La certeza del conocimiento de la época indicaba que los continentes estaban fijos y no podían estar a la “deriva”, flotando en alguna clase de fluido. ¿Cómo sería visto en nuestro tiempo un manifiesto firmado por los más grandes especialistas en ciencias de la Tierra en contra de la deriva continental, escrito a principios del siglo XX? Simple y sencillamente sería visto como un episodio vergonzoso de dogmatismo en la ciencia.

Carl Sagan busca demostrar con esta analogía que, los orígenes de alguna actividad no nos dice nada sobre la veracidad y/o utilidad de la misma. Lo que puede ser peor, un discurso que se pinta como promotor de la ciencia con señaladas falacias en su contenido, puede verse como el ejemplo del autoritarismo del establishment científico que muchos autores de dudosa formación suelen atribuir a la ciencia moderna. Y eso es precisamente lo que denuncia por su parte Paul Feyerabend.

Feyerabend hace una comparativa del manifiesto contra la astrología con lo expresado por los teólogos católicos en el Malleus Maleficarum, el libro medieval guía para reconocer la conducta y la tipología de las brujas, y qué hacer con ellas:

Tome la primera frase del Manifiesto. Se lee: "Los científicos en una variedad de campos se han preocupado por la creciente aceptación de la astrología en muchas partes del mundo."

En 1484 la Iglesia Católica publicó el Malleus Maleficarum, el libro de texto pendiente sobre la brujería. El Malleus es un libro muy interesante. Tiene cuatro partes: Fenómenos, etiología, aspectos legales, aspectos teológicos de la brujería... 
El libro tiene una introducción, una bula por el Papa Inocencio VIII, publicado en 1484. En la bula papal se lee ''es de hecho que ha llegado a nuestros oídos, no sin que nos aflija con amargo dolor, y que en ... "- y ahora viene la larga lista de países y condados - ''muchas personas de ambos sexos, sin preocuparse de su propia salvación se han desviado de la fe católica y se han abandonado a sí mismos, a los demonios ... ", etc. 
Las palabras son casi las mismas que las palabras al comienzo del Manifiesto y también lo son los sentimientos expresados. Tanto el Papa como los ''186 principales científicos'' deploran la creciente popularidad de lo que creen que son vistas de dudosa reputación. ¡Pero hay una diferencia en la alfabetización y la beca! 
Comparando el Malleus con las cuentas de los conocimientos contemporáneos del lector puede verificar fácilmente que el Papa y sus eruditos autores sabían de lo que estaban hablando. Esto no se puede decir de los científicos. No conocen el tema que atacan, la astrología, ni aquellas partes de su propia ciencia que minan su ataque.

Nuevamente no se busca defender la cientificidad de la astrología. Lo que se pretende con estas críticas es dejar en evidencia el carácter autoritario del discurso de un manifiesto que asegura estar científicamente sustentado.

En Enero del 2016, el filósofo de la ciencia Ian James Kidd publicó un provocativo artículo titulado “Why did Feyerabend Defend Astrology?”, recordando este mismo episodio, y señalando algunas críticas a la virtud epistémica y la integridad epistémica de la ciencia moderna. Para Kidd lo que Feyerabend estaba identificando en el supuestamente “autoritario” manifiesto contra la astrología era lo que hoy algunos llaman el problema del cientificismo, o lo que es lo mismo, una excesiva confianza en la autoridad científica de manera a priori, sin prestar atención primero a los argumentos y dando primacía al “experto” más que a sus razonamientos.

Para Kidd lo que Feyerabend buscaba era causar una provocación. Llamar la atención de los científicos, aun cuando eso significara comparar la ciencia con la iglesia medieval o crear una defensa de un área por demás indefendible como lo es la astrología. La provocación, sin embargo, nunca ha sido un buen recurso retórico para convencer a nadie. Causa justo el efecto contrario. Y aunque es casi evidente que Feyerabend sabía bien esto, él nunca cambió su estilo para defender algún punto importante. Justamente es esto lo que debilita la importancia de los textos de Feyerabend, siendo un escritor que pedía mayor rigurosidad y argumentación a los científicos, y como filósofo siempre fue decadente en estos mismos aspectos, dejando todo en un show de provocaciones con caricaturas y falsas generalizaciones.

Pedir que los científicos no se porten de modo dogmático ante el público general es ciertamente un punto importante. Pero pedirlo a la vez que se defiende la astrología, el vudú, la acupuntura o se aplaude al creacionismo (tal y como Feyerabend hizo más de una ocasión) es un acto de deshonestidad intelectual, por no decir de hipocresía. Además, es un acto irresponsable para una figura pública como lo fue Feyerabend, causando que muchos de sus seguidores, a lo largo del tiempo, se ocuparan de desvirtuar a la ciencia, asegurando el relativismo de las verdades científicas. Hoy en día, es posible encontrar casos de defensores de la antivacunación, la negación del SIDA o del cambio climático, alegando el autoritarismo de la ciencia y su abolición por medio del “todo vale”. Una postura por demás peligrosa para la sociedad, que tendrá repercusiones en más de un ámbito al guiarse por discursos anticientíficos.

A diferencia de la analogía de Carl Sagan sobre la deriva continental, la comparativa de Feyerabend, del manifiesto y el Malleus Maleficarum, resulta ser una falsa analogía. Por lo demás útil para demostrar que los manifestantes no tenían competencia sobre la astrología, mientras que los teólogos autores del Malleus sabían de teología. Es decir, los manifestantes tenían razón en lo que aseguraban a pesar de no mostrar argumentos válidos sobre los mecanismos de la astrología, mientras que los teólogos aunque poseían conocimiento sobre teología no pueden tener razón al no saber nada con certeza sobre la brujería, más allá de las propias elucubraciones de los teólogos mismos. La falsa analogía pone a pensar a más de alguno, pero es una mala referencia si lo que se busca es una comparativa fiel del supuesto dogmatismo o cientificismo de algunos miembros de la comunidad científica.

Lo único que se puede concluir de manera sensata sobre las críticas de Feyerabend (y las de Carl Sagan) a un manifiesto como el de Paul Kurtz es que se necesita mayor investigación. El asunto sobre el autoritarismo en ciencia o en la divulgación de la ciencia parece ser un fenómeno real, que amenaza la imagen pública de la ciencia y da cabida para que charlatanes y provocadores puedan promocionarse y ser escuchados incluso dentro del mundo académico. Estas actitudes merecen la pena ser estudiadas desde las perspectivas sociológicas e históricas, pero también cabría esperar de estudios en psicología social y filosofía política de la ciencia, siempre compartiendo resultados en un diálogo interdisciplinar con los científicos, mostrando auténtico respeto por los hechos y la consistencia interna de cualquier discurso.

Por su parte, los divulgadores de la ciencia tienen la responsabilidad de presentar la imagen más fidedigna posible de la ciencia al público ajeno a la actividad científica como tal. Es bien sabido que la divulgación científica posee límites en la imagen que ofrece a la sociedad, pero el trabajo colectivo y la preparación, no solo en alguna ciencia particular, sino también en estudios serios de historia, sociología y filosofía de la ciencia, ayudarían a crear discursos más centrados en argumentos que en los reconocimientos académicos de sus autores. La ciencia es probablemente la actividad humana más valiosa en el siglo XXI, al ser la matriz del progreso de la civilización, y es por eso que debe siempre estar en constante perfeccionamiento, tanto su actividad de investigación como la de difusión, así como el claro compromiso social que es prácticamente obligatorio de los científicos hacia su comunidad.


¿Necesita la astrología ser verdadera?



Skeptical Inquirer, Julio/Agosto 2016.
¿Podríamos decir que los científicos desechan la astrología, siempre, de manera a priori sin saber en qué consiste o si existe alguna prueba que la respalde? Aunque para cualquier anarquista epistémico la respuesta obvia, siguiendo a su ídolo Feyerabend, sería un sí, en realidad las críticas a la astrología son casi siempre de manera informada, basándose en la nula evidencia en favor de los reclamos extraordinarios de los astrólogos. Desde san Agustín hasta Carl Sagan, los críticos de la astrología se han  enfrentado directo con las proezas de la astrología contrastándola con el conocimiento científico mejor verificado en su época. Pero si algo es cierto es que los científicos rara vez se ocupan de hacer pruebas ellos mismos con los reclamos de los astrólogos.

Por fortuna, este no siempre es el caso, tal y como lo demuestran el equipo del sitio web Astrology and Science. Entre los autores de dicha página se encuentran físicos, estadistas así como ex-astrólogos, profesores y asociados de organizaciones astrológicas, todos juntos con el propósito de descubrir cuál es, exactamente, la verdad detrás de las reclamaciones y la historia de la astrología. Entre ellos se encuentra el editor e investigador Geoffrey Dean, quien hace poco más de treinta años publicó para la revista Skeptical Inquirer uno de sus artículos más destacados sobre el tema. Dean pasa revista por los estudios científicos que se habían hecho hasta entonces entorno a la astrología, y de acuerdo al propio autor, uno de los revisores de la revista dijo que su estudio "es sin duda el mejor artículo sobre la astrología que he visto."

En la edición Julio/Agosto del año pasado, Dean volvió a Skeptical Inquirer para recordar su viejo artículo que ha servido como referencia obligatoria para cualquier estudioso de esta pseudociencia, actualizando también los estudios recopilados en su artículo original. Su nuevo escrito lo tituló "Does Astrology Need To Be True?" conmemorando el título de su escrito de hace treinta años. Entonces, ¿Tiene algo de verdad la astrología? Y más importante aún, ¿necesita la astrología ser verdadera para ser creída? Dean pone en duda cualquier respuesta afirmativa a estas preguntas.

En su artículo, Dean nos explica algunos de los estudios más recientes sobre variadas reclamaciones de la astrología: la efectividad de los distintos tipos de zodiaco que los astrólogos utilizan (sea el sideral o el tropical), la relación entre la soledad y los signos solares, las historias clínicas y la supuesta correspondencia de las predicciones astrológicas con la personalidad, estudios de amplio espectro donde se consideran encuestas y muestreos en miles de personas, los supuestos "efectos planetarios" encontrados por los Gauquelin, el análisis de la personalidad en gemelos con cartas astrales, la efectividad de la astrología india (distinta de la occidental), los efectos de Saturno en la gente extrovertida y tesis doctorales de astrólogos que buscan ver mayor financiamiento a las instituciones de "investigación" astrológica. Lo que Dean y sus colegas han encontrado, a treinta años de haber publicado su estudio original, fue exactamente lo mismo: ninguna evidencia de peso que pueda dar soporte a las afirmaciones extraordinarias de los astrólogos a la hora de ser puestas a prueba de manera controlada.

Si bien algunas pruebas y estudios parecen mostrar algunos resultados interesantes, estos se desvanecen a la hora de intentar replicar los resultados debido a fallas metodológicas, vaguedad en los resultados o claros sesgos en la investigación. Dean ha recopilado una cantidad envidiable de estudios, meta-análisis, tesis de investigación y monografías que buscan probar los reclamos de la astrología, ayudando a concluir que las pruebas en contra de la astrología confirman que la supuesta efectividad de ésta se basa en la creencia que en verdad funciona y no en los hechos que nos muestran que no funciona. Tanto practicantes como seguidores de esta milenaria pseudociencia insisten en que existe alguna clase de fuerza o capacidad especial en la astrología que escapa a la comprensión humana. Estas personas, entonce, se sienten obligadas a creer en la astrología y sus bondades, aunque todos los hechos les digan lo contrario. Es, como diría el filósofo Daniel Dennett, esa necesidad de "creer en la creencia", es decir, que aunque se sepa que algo es falso, de todas maneras se piensa que el mundo está mejor creyendo que eso es verdad antes que poder descartarlo.

Esto es lo que parece algunos astrólogos gritan a los cuatro vientos cuando sus propios estudios les demuestran que la astrología no funciona. Dean nos ofrece algunos ejemplos en su artículo. El astrólogo británico Dennis Elwell afirmaba lo siguiente:

Al igual que muchos otros, persevero con la astrología porque la experiencia ha demostrado que, en general sus supuestos básicos son correctos... Si alguna pieza de la investigación demuestra un callejón sin salida, no pongo en duda la autenticidad de mi experiencia, pongo en duda la competencia de la investigación, o sus supuestos subyacentes.
El doctor en psicología, astrólogo y psicoterapeuta alemán, Peter Niehenke, en su fronteriza tesis doctoral buscaba encontrar la relación entre la personalidad de un grupo de estudio y los astros. Elaboró un cuestionario con 425 ítems o preguntas. En 1984, cuando publicó su tesis, donde mostraba datos utilizables de 3.290 personas, la decepción de sus resultados no le impidió una conclusión esperanzadora. Cada pregunta del cuestionario se relacionaba con algún determinado factor en astrología (fuera el planeta, el signo, la casa, etc.), para ver así si los sujetos a estudio identificados con cierto factor de personalidad coincidían con su respectiva carta natal de manera independiente.  Por ejemplo, aquellos que habían nacido con influencia en Saturno, se supone, son personas bastante responsables pero proclives a ser depresivos, mientras que los sujetos relacionados con Júpiter suelen ser, de acuerdo a esto, más optimistas y tienen buena fortuna en general. Pero el estudio no encontró relación alguna. Ni los relacionados con Saturno son más depresivos que otras personas relacionados con cualquier otro astro que se le ocurra, ni los tendientes a Júpiter son más optimistas que cualquier otra persona.

Niehenke entonces decidió que sus resultados negativos (o los de cualquier otro) no importaban, concluyendo que:
Un mundo en el que existe la astrología es sin duda un mundo más agradable que uno sin ella. La necesidad de que la astrología sea una realidad es mucho más fuerte que todas las demostraciones racionales en contra de ella.
Así es como volvemos a la triste situación de muchas personas que creen en la creencia, por encima de las pruebas y los datos. Y para un investigador tan exhaustivo como Geoffrey Dean, aquellos que se aferran a sus creencias es lo que le hace pensar que, en efecto, no importa cuál sea la cantidad de estudios que él o cualquier otro haya podido recopilar en cuarenta años (como en realidad lo ha hecho) demostrando que la astrología no funciona. Lo que importa es que muchas personas siguen creyendo que funciona a costa de las pruebas en contra.

El trabajo de investigadores como Dean suele ser bastante ingrato. No solo porque se encuentra centrado en un tema que en el mundo académico no vale la pena (¿quién quiere perder su tiempo leyendo artículos revisados por pares sobre la astrología, si ya sabemos que esta solo es para revistas chafas de opinión y programas matutinos para señoras?), sino porque el tema se encuentra plagado de charlatanes que primero se ocupan de tachar a cualquier crítico de ser un mente-cerrada incapaz de comprender su incomprensible arte. También está el problema de que, debatir con un astrólogo o tratar de hacer estudios de la astrología es algo que puede terminar siendo bastante complicado, gracias a la propia vaguedad de dicha práctica.

Entonces, teniendo en cuenta los datos, las preguntas y los retos que ofrece el estudio de la astrología para la divulgación científica, ¿cómo es que los escépticos (en especial los científicos, como los que criticó Feyerabend) deben reaccionar y responder? Hay un hecho importante para poder dar una respuesta adecuada: la astrología, nos guste o no, ha llegado para quedarse. Más de 1.700 años de críticas no han hecho nada para borrarla de la faz de la Tierra, y no es probable que desaparezca, aunque ciertamente hoy día el prestigio y la popularidad de la astrología no es tan grande como lo fue quizás en el siglo XVI. De una u otra forma, la astrología, junto a otro montón de prácticas que conforman hoy el movimiento new age, satisface ciertas necesidades de las personas deseosas de buscar mayor control en sus vidas (y destinos) junto a un deseo de la trascendencia más allá de una vida material. 

La reacción autoritaria, como la que Sagan y Feyerabend denuncian al manifiesto de 1975,  tal vez no sea la manera adecuada de llegar a las personas. Los críticos de la pseudociencia en general deben poseer un cierto conocimiento sobre estas prácticas, a la vez que deben comprender de manera empática el por qué las personas abrazan estas creencias, por más risibles que puedan ser. En este sentido, lo mejor que se puede hacer es proporcionar información fiable y clara sobre los reclamos de los astrólogos y lo que las pruebas nos dicen sobre estos. También hacen falta herramientas fundamentales, como las que brinda el pensamiento crítico para tratar de decidir si una idea tiene sentido o no. La censura no puede ser en ningún momento una buena manera de disuadir o educar a nadie. Estos consejos ofrecidos por Dean (en base al autor francés L. Puech), tal vez los hayamos escuchado alguna vez. Tal vez algunos de la pluma de provocadores como Paul Feyerabend, otros tal vez desde la perspectiva humanista de divulgadores como Carl Sagan. Pero estos son probablemente los mejores consejos que puede brindar el movimiento escéptico centrado en la claridad y la rigurosidad.

SI TE INTERESA ESTE TEMA

*El mundo y sus demonios, de Carl Sagan, Planeta Editorial, 1995.

* "Objeciones a la astrología", versión conmemorativa traducida, escrito por Paul Kurtz, Bart J. Book y Lawrence E. Jerome, publicado en 1975. Traducción de Luis Alfonso Gámez.

*"Una revisión crítica de la Astrología", artículo de Ramón Espax Royes y Jordi Bozzo Mulet, publicado en la revista El escéptico.

* Astrology and Science, el sitio web donde se reúne la mayor cantidad de estudios sobre los reclamos de la astrología, así como la historia de las investigaciones críticas de esta práctica.

* "Does Astrology Need To Be True? A Thirty-Year Update", artículo de Geoffrey Dean publicado en Skeptical Inquirer.

* "In the Stars? Personal Investigations of Astrology", articulo de Joe Nickell en el CSI, donde se analizan las variables psicológicas que hacen que las personas crean en la astrología.

* "The Strange Case of Astrology", respuesta completa de Paul Feyerabend al manifiesto de Kurtz, Book y Jerome, con el manifiesto en inglés incluido. El ensayo se encuentra en español compilado en ¿Por qué no Platón?, de Paul Feyerabend, Tecnos, España, 1993.

* El artículo "Why did Feyerabend defend Astrology? Integrity, Virtue and the Authority of Science", de Ian James Kidd, publicado en la revista Social Epistemology, junto con los artículos de respuesta y comentarios de Massimo Pigliucci, "Paul Feyerabend's defense of astrology, part I", II, III y IV.

6 comentarios:

  1. ¡Muy bueno, Daniel!; gracias por la entrada. Estaré más atento a tu blog. Saludos.
    RICHARD

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  2. Muy completo e interesante. Felicidades

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  3. Un artículo que pondera el peso de los argumentos por encima del autoritarismo siempre debe ser bienvenido, pues se trata de un texto que nos dará motivos para madurar como lectores. Muchas gracias por compartirlo, Martín.

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  4. Agustin de Hipona señaló acertadamente, que era como mínimo extraño, que los gemelos muriesen en distinto año si nacían con el mismo signo y planeta. No obstante esto no justifica fraudes del CSICOP como cuando manipularon datos de Gaquelin sobre el "efecto Marte" para desacreditar la astrologia. Pero quiero comentar el Malleus Maleficarum; Es el más famoso de todos los libros sobre brujería, escrito probablemente en 1486, convirtiéndose en el manual indispensable y la autoridad final para la Inquisición, para jueces y magistrados, para sacerdotes tanto católicos como protestantes, a lo largo de los tres siglos siguientes a su publicación, en la lucha contra la brujería en Europa. […]El Malleus Maleficarum o Martillo de las brujas fue compilado y escrito por dos monjes inquisidores dominicos, Heinrich Kramer, también conocido como Heinrich Institoris, y Jacob Sprenger.
    Dicho esto, los anticlericales nunca mencionan que el Malleus fue rechazado por los teólogos de la Universidad de Colonia y que estos condenaron el libro por su misoginia, su morbosidad, su desprecio por los derechos procesales de los acusados, además de ser supersticioso e incompatible con la doctrina católica sobre Satanás y los demonios. Las afirmaciones de Kramer de que cuatro profesores habían aceptado su texto, pudieron, como reconoce la Wikipedia, haber sido falsificadas. Y de hecho este dominico fue denunciado por la Inquisición en 1490. Además En muchas ocasiones el clero habló con autoridad para prohibir las persecuciones de brujas. Entre ellos pontífices y santos católicos: San Agobardo como ya vimos en otro capítulo, arzobispo de Lyon, (escribió "Contra insulsam vulgi opinionem de grandine et tonitruis" (contra las necias creencias de la gente sobre el granizo y el rayo) (P.L., CIV, 147). El Papa León VII escribió en el 936 una carta al arzobispo Gerhard obligándole a instruir a las autoridades locales a no ejecutar a los acusados de brujería. En su carta hizo mención específica del hecho de que la nueva ley bajo el cristianismo mandó misericordia, mientras que la ley pagana había ordenado la muerte: pesar de que por la antigua ley, esas personas fueron condenadas a muerte, el derecho eclesiástico les perdonó la vida para que puedan arrepentirse. El Papa Gregorio VII en 1080 escribió al rey Harald de Dinamarca quejándose de que los daneses tuviesen la costumbre de hacer a ciertas mujeres responsables de las tempestades, epidemias y toda clase de males, y de quemarlas vivas por ello. El Papa ordenó prohibir de inmediato estas ejecuciones y dio instrucciones para educar al pueblo danés que perseguir a supuestas brujas era supersticioso y cruel.

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  5. Interesante apologia de la astrologia que reconoce que esta es totalmente inútil para predecir el futuro : Astrología: El Manifiesto 2/4
    por Patrice Guinard http://cura.free.fr/01qqa2.html

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