viernes, 20 de diciembre de 2013

Día del escepticismo: las mujeres de Sagan

"A el amanecer glorioso Carl Sagan y Ann Druyan." Acrílico sobre lienzo. Simon Kregar.
Como ya parece tradición en este blog, en el día del escepticismo me ocupo de mostrar una probadita de la vida y obra de Carl Sagan, recordando así el por qué este día merece ser el día para conmemorar la divulgación científica y la lucha contra las vulgares estafas de la pseudociencia, la religión y la superstición. Así el año pasado platicaba por qué soy saganista, mientras que el antepasado veíamos quiénes se perfilan a ser los herederos de Sagan en su puesto de maestro de la divulgación científica.

Pero hoy destaquemos una parte esencial en la vida de Carl. Una parte esencial en la vida de muchos de nosotros: la persona que tenemos al lado de compañía.

viernes, 22 de noviembre de 2013

Mis filósofos favoritos I: pensadores del mundo antiguo

El filósofo del mundo antiguo suele ser un arquetipo en el imaginario popular a la hora en que alguien escucha la palabra "filosofía". Lo cierto es que en aquel entonces, un filósofo hacía mucho más de lo que nosotros podemos definir hoy en día por filosofía. El filósofo antiguo no solo se caracterizaba por tener conocimientos en lo que hoy conocemos como "ciencias humanas o ciencias sociales", sino que además presentaba una dominación de temas sobre matemáticas, historia natural, medicina, ingeniería, cosmología, física, geografía, política... en fin, un filósofo de respeto de aquellos entonces, era sin duda un todólogo de su época.

Hoy en día, tristemente, se tienen muchos licenciados o maestros en filosofía, pero pocos filósofos propiamente dichos. O por lo menos esa es mi apreciación subjetiva y humilde. Tal vez me equivoco (eso me encantaría sin duda). Saber que me equivoco, saber que hay más que solo licenciados en filosofía enajenados con libros de autores de hace dos siglos (o más); filósofos sinceros y claros, que se manejen con un respeto por los hechos y lo que los hechos nos dicen sobre el mundo. En fin, esta ya será reflexión para otro momento, por ahora, los dejo con mis filósofos favoritos del mundo antiguo (y los que mejor conozco).

Espero disfruten de estas brevísimas "biografías" (si es que así se me permite llamarles). Si usted esperaba ver aquí a Parménides, Zenón de Elea, Protágoras, Pitágoras o Platón, será mejor que busque en Google, por aquí solo perderá su tiempo buscándolos.

Demócrito. Según Enciclopedia Biográfica Universal. Doce Mil Grandes, Demócrito (460-370 a.n.e) es uno de los filósofos más importantes de la antigüedad, puesto que comparte junto a Platón y Aristóteles.  La verdad es que para mi, Demócrito debería ser visto con mayor importancia que Platón, pero en fin. Demócrito, junto a su maestro Leucipo, es el fundador de una de las primeras doctrinas materialistas en la historia, conocida como atomismo.


Aunque en su época fue muy famoso (algo así como el Richard Dawkins de hoy en día, pero multiplicado a la tercera potencia), son pocos los escritos que sobreviven de él, de modo que la mayor fuente que se tiene son las obras en que Diógenes Laercio y Aristóteles lo mencionan. Demócrito fue uno de las grandes mentes que buscaba entender el Cosmos en el que vivía. Según nos ha llegado hasta el día de hoy, una frase resume el grado de compromiso de este pensador con conocer la verdad: "prefiero entender una sola causa que ser el rey de Persia". Aunque Leucipo se le considera el creador de la doctrina atomista, lo cierto es que fue el genio de Demócrito el que defendería y completaría dicha doctrina, asegurando que lo que existe es la materia, la cual puede dividirse de forma finita hasta llegar a una unidad elemental indivisible, conocida en griego como átomo.

Los átomos, decía Demócrito, son las partes más esenciales de la materia, imposible de seguir dividiéndolos hasta el infinito. Las distintas formas o manifestaciones de la materia (ya sea la forma de una montaña, el color de un edificio o la figura humana) son distintas porque los átomos que las componen son de diferentes formas, e incluso estos átomos puede agruparse de cierta manera. Todo esto, sin duda alguna nos parece exageradamente familiar, pareciera que se habla de la teoría atómica de la química moderna, con todo y la noción de molécula. Cabe recordar que este modelo era totalmente especulativo, y un modelo así en nuestros días sería tachado de charlatanería. Sin embargo, esta corriente filosófica ya presenta las nociones básicas de lo que siglos más tarde constituiría una de las ciencias duras, la química.

Desde luego que la noción de átomo como partícula elemental de la materia, de acuerdo al atomismo expuesto por Demócrito, es radicalmente distinta de la noción de átomo que se tiene en química y física de partículas hoy en día. Por ejemplo, Demócrito señalaba que la forma de los átomos es lo que daba las propiedades de la materia. Si algo era salado era porque sus átomos son irregularmente grandes y puntiagudos; la capacidad del fuego para penetrar los cuerpos se debe, según esta idea, a que los átomos del fuego son pequeños y esféricos, y se encuentran en un movimiento increíblemente rápido.

Demócrito postula que existe el vacío en el Cosmos (idea contraria a la que sostendría Aristóteles), y el movimiento, la forma, el tamaño y la impenetrabilidad son propiedades únicas de los átomos. También fue conocido Demócrito, como una clase de adivino, pues ya que se sabía que tenía conocimiento sobre fenómenos naturales y del clima, solía hacer predicciones sobre éste último (no sabría decirles si en verdad acertaba). La doctrina atomista también es una de las primeras en identificarse por su reduccionismo físico, en el que cuestiones como la consciencia y la conducta no eran producto de otra cosa más que el resultado del movimiento específico de los átomos.

Con todo y sus errores, justificables dado que estamos hablando casi de nociones de ciencia moderna en el siglo V antes de nuestra era, la filosofía de Demócrito es sin duda una de las más importantes de todos los tiempos. La idea de que los dioses son solo el producto de la necesidad humana por entender las causas naturales (se cuenta que a Demócrito se le llamaba "el filósofo de la risa" porque a en su vida privada se ría de la religión y el mito de su época), la noción de que los cambios observados en la materia (como los estados de la materia) pueden ser explicados por procesos que tienen lugar a un nivel "atómico" o de organización más elemental, se atribuyen igualmente a la mente de Demócrito. Un naturalista que realizó experimentos usando sus conocimientos en plantas curativas, que defendía la matematización de las teorías para explicar el Cosmos (herencia directa de Pitágoras, de quien también aprendió); un hombre de conocimientos enciclopédicos y algo excéntrico, pues teniendo la capacidad y todo lo necesario para volverse tan famosos como Sócrates, incluyendo la oportunidad de entrar en la política, prefirió la vida contemplativa. Fue odiado por más de uno debido a su materialismo y ateísmo (se cuenta que Platón sugirió quemar las obras atomistas de Demócrito). En fin, hablar sobre Demócrito es, en mi opinión, diez veces más interesante que hablar de Parménides o de Platón. Es una lástima que los profesores de filosofía (tanto de bachillerato como de licenciatura) usualmente no piensen lo mismo. Ellos se lo pierden.

Véase más: "Democritus", entra de la Stanford Encyclopedia of Philosophy; "Ancient Atomism", entrada de la Stanford Encyclopedia of Philosophy; "Democritus", entrada de la Internet Encyclopedia of PhilosophyIntroducción Histórica a la Filosofía de la Ciencia, de John Losee, Alianza Editorial; Diferencia de la Filosofía de la Naturaleza en Demócrito y en Epicuro, de Karl Marx, Editorial Ayuso.

Sócrates. Probablemente el más elogiado filósofo de todos los tiempos y también del que menos cosas sabemos con certeza, sea Sócrates (470- 399 a.n.e.), quien ha pasado a la historia como el padre de la filosofía occidental, al dejar en segundo plano las reflexiones tanto sobre la naturaleza como sobre los mitos, y poner en un lugar privilegiado la reflexión sobre ser humano, tomando siempre la razón como principio (esto haría que pensadores como Nietzsche dijeran que fue Sócrates quien arruinó la filosofía. Yo pienso que sin Sócrates, Nietzsche nunca hubiera existido... pensándolo bien, creo que sí hubiera sido mejor que Sócrates no existiera para que Nietzsche no existiera, ¿no creen?). Todo lo anterior es reconocido por aquellos que saben algo más que su popular frase (probablemente la más famosa en toda la filosofía): "yo solo sé que no sé nada". Y ciertamente, lo que podemos asegurar sobre lo que sabemos de la vida de Sócrates es que "no sabemos nada" con total certeza. Y este hecho justamente es lo que hace de esta figura algo fascinante.

Tradicionalmente se usan tres autores para crear un perfil del Sócrates histórico, aunque estas fuentes tengan discrepancias entre sí. Estas fuentes no son otras más que las obras de Aristófanes, Jenofonte y Platón. El problema principal es que la figura de Sócrates, su pensamiento y sus acciones, son distintas en cada uno de estos autores. La razón por la que estos autores no suelen concordar en todo, se debe a que estos, más que buscar hacer biografía, trataban de hacer poética o filosofía, de modo que en sus obras, Sócrates aparece como personaje principal, siendo el defensor de las doctrinas de los mismos autores mencionados. Los historiadores miran con un poco más de credulidad a Aristófanes, al ser el único que conocería a Sócrates desde su juventud (cuando Jenofonte y Platón aun eran bebés).


"La muerte de Sócrates" (1787), de Jacques-Louis David.

Aristófanes pinta a un Sócrates siendo una clase de sofista cínico que se burlaba de los dioses y las creencias humanas, en su comedia Las Nubes. El Sócrates de Aristófanes es un hombre dañino para la juventud, ya que se trata de alguien que enseña la desobediencia y desprecia a los poetas (grupo al que pertenecía Aristófanes). Por su parte, el historiador Jenofonte pinta a Sócrates con una personalidad, si bien pragmática (hablando sobre temas económicos como hacer dinero y el manejo de inmuebles), bastante cercana a la que Platón muestra en sus Diálogos. Jenofonte, aunque era historiador, es poco probable que el Sócrates del que habla tenga total correspondencia con el Sócrates histórico, primeramente porque es poco probable que Jenofonte conviviera con Sócrates mismo. Otro punto importante es que hay una diferencia entre sus escritos socráticos y sus escritos históricos. Por último, tenemos al Sócrates mostrado por Platón en sus mencionados Diálogos. Algo curioso en este, es que en su diálogo Apología de Sócrates, se mira a Aristófanes como uno de los personajes más dañinos para las mentes de los ciudadanos, quienes crecieron creyendo sus mentiras sobre Sócrates. De todas las fuentes, la más popular sin duda es la obra platónica, pero puede que sea tan poco exacta como la de Jenofonte. Sócrates fue acusado de herejía cuando Platón tenía 25 años, lo que significa que él no pasó mucho tiempo al lado de su maestro. Usualmente los diálogos IonLisisMenónMenéxenoTeetetoEutifrónSimposioApologíaCritónFedón y Parménides, son los más cercanos a los periodos históricos en que Sócrates vivió, los que se desenvuelven sus respectivas enseñanzas, con Sócrates mismo como protagonista principal de cada uno de ellos. Algunos historiadores de la filosofía también suelen citar a autores menos conocidos como los socráticos menores para reconstruir al Sócrates histórico, pero se trata de fuentes provenientes de filósofos de los cuales se conserva poco o nada de sus trabajos.

Lo que se nos presenta como las enseñanzas de Sócrates son, pues, las interpretaciones que las referencias ya mencionadas dieron sobre la filosofía de este pensador. Sócrates debió pensar en las futuras generaciones, escribiendo aunque sea una autobiografía para así no quedarnos tan a medias con lo que sabemos sobre su vida. Lo que por lo general se nos dice, es que Sócrates es el fundador de la técnica de la mayéutica, una técnica que presupone que para llegar a un conocimiento es necesario entablar un diálogo en el que se pone en entredicho los conocimientos previos o que se creía tener, demostrando que no son tal cosa. Se presupone que el conocimiento de algo se tiene dentro de la mente de uno, pero el debate es necesario para que el individuo encuentre en su interior dicho conocimiento y que llegue a reconocerlo. La idea de que el conocimiento de la verdad ya está dentro de nuestras mentes, pero que es necesario un proceso dialéctico como el mayéutico, parece más una concepción platónica. De hecho, la única fuente que le atribuye a Sócrates la invención de la mayéutica son los diálogos del  Banquete y el Teeteto, de Platón. Aristófanes y Jenofonte mencionan que Sócrates era alguien que le gustaba debatir con sus vecinos y con quien fuera tan desafortunado de topárselo, pero no nos dicen nada sobre si creía que el conocimiento yace en el interior del alma de cada uno. Aunque es romántico decir que Sócrates inventó la mayéutica, y con esta, el método dialéctico, lo cierto es que no hay razones para suponer que esta idea se corresponde con la realidad.

Entonces, no sabemos quién era, qué pensaba, ni cuál fue su aportación real a la filosofía. ¿Cómo poder admirar a un personaje del que casi no sabemos nada? Bueno, para mi es digno de admirar porque fue lo bastante genial como para volverse la admiración de aquellos pensadores antiguos de los que más de veinte siglos después, cientos de personas admiran. Y lo hizo sin escribir una sola palabra. Para mí es suficiente para considerarlo digno de admirar.

Véase másSocrates, entrada en la Stanford Encyclopedia of Philosophy.

Aristóteles. Otro de los más elogiados de la filosofía tradicional es Aristóteles (384-322 a.n.e.), y con mucha razón. Alumno de Platón, Aristóteles superó por mucho a su maestro para pasar a la historia como un auténtico todólogo al contribuir a la lógica, poética, retórica, dialéctica, política, economía, historia natural, antropología, psicología, física, danza y teatro de su época. Se le considera el padre de la lógica y la filosofía de la ciencia. Con excepción de la medicina, la historia y las matemáticas, Aristóteles logró ser un maestro en básicamente todas las disciplinas importantes de su tiempo. A pesar de esto, no son pocos los que han criticado duramente a este genio.


Entre los anti-aristotélicos memorables se cuentan grandes mentes como la del todólogo y (entre su todología) director de la Biblioteca de Alejandría, Eratóstenes (contemporáneo de Aristóteles); el matemático y padre de la ciencia moderna Galileo Galilei; el gran lógico y filósofo del siglo XX, Bertrand Russell; y el astrónomo y genial divulgador de la ciencia Carl Sagan. Todos estos grandes mentes de sus respectivas épocas, genios admirados por muchos (y por mi también). Ya que biografías narrativas de Aristóteles existen a morir, considero que será más didáctico introducir el pensamiento aristotélico desde sus críticos, siendo los principales los ya mencionados Eratóstenes, Galileo, Russell y Sagan, representando cada uno una crítica distinta a distintos puntos de la filosofía aristotélica.

Aristóteles era un gran pensador, pero también un acomodado en una sociedad con muchos defectos. Sin embargo, Aristóteles pensaba que no había sociedad más perfecta y racional que la griega. Dividía a la humanidad en griegos y todos los demás, a los que llamaba "bárbaros", los cuales, debían sentirse honrados que alguien como Alejandro Magno (alumno del mismo Aristóteles) se ocupara de conquistarlos. Aristóteles pensaba que si existe algo que diferencia al ser humano del resto de los animales, es la política, la cual hace que el hombre sea un animal político. La conquista y la guerra son también parte de la política, además de que, como todo tiene un fin (o una causa final, de la que hablaremos más adelante), el fin de los griegos es culturizar a los demás. Eratóstenes no creía en este "griegocentrismo", y denunciaba a Aristóteles por chovinista. Eratóstenes pensaba que existían puntos buenos y malos, virtudes y vicios en cada civilización, y la griega no era una excepción a este punto. El chovinismo aristotélico puede verse reflejado siglos más tarde cuando las naciones europeas comienzan su periodo de colonización del mundo, conquistando zonas de África, Asia, Oceanía y, más adelante, del entonces recién descubierto continente americano. La idea ahora era que el mundo se dividía en europeos y todos los demás, bárbaros y herejes que debían ser evangelizados de acuerdo a la verdadera religión, la católica, la adoptada por los conquistadores desde hacia bastante siglos, fuertemente fundamentada en la filosofía aristotélica, reflejada en la escolástica.

Por su parte, Galileo (junto a otros grandes del Renacimiento como Francis Bacon) critica la física aristotélica, demostrando que esta no se salvó de la ideología platónica que consideraba los experimentos como un montón de ejercicios inútiles. Aunque Aristóteles fue un gran crítico de Platón, defendiendo lo que muchos identifican como la primer postura realista ingenua (pues para Aristóteles, las percepciones del ser humano son el reflejo directo de los objetos percibidos), lo cierto es que con Galileo se iniciaría un proceso de desmitificación del aristotelismo, denunciándolo como una filosofía especulativa, no experimentalista, errando hasta en datos básicos que cualquiera hubiera verificado con tan solo hacer experimentos simples de campo.

Aristóteles, tal como explica John Losee, afirmaba que un conocimiento científico genuino tiene el rango de verdad necesaria, ya que los primeros principios de las ciencias reflejan relaciones de la naturaleza que no podrían ser otras que las que son, por lo que estos principios no pueden ser falsos. Según esto, los primeros principios de una ciencia no están sujetos a deducción de otros principios básicos. Además de este punto sostenido por siglos como requisito de una verdad científica, Aristóteles consideraba que una explicación adecuada debe especificar cuatro aspectos de lo que constituye su causa. Estos cuatro aspectos o cuatro causas son, en orden, la causa formal, la causa material, la causa eficiente y la causa final. La primera hace referencia a "la forma propia de cada cosa"; la siguiente, la causa material, se refiere a la esencia del objeto o del ser, la cual determina la materia; la causa eficiente es el agente que produce el cambio y el movimiento. Por último, la causa final se refiere a la finalidad o "razón de ser" del objeto. Todo objeto o ser, tiene un fin último que tiende a cumplir.

 Por medio de estos principios, Aristóteles promueve sus ideas de la física sub y supra-lunar como dos formas distintas de la naturaleza, siendo la sub-lunar la que ocupa las esferas de los cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, mientras que en el mundo supra-lunar, un universo perfecto sin espacio vacío, se encuentra el éter, el quinto elemento. Como ya mencioné, contrario a Demócrito, Aristóteles piensa que el vacío no existe, pues todo en el universo tiene un fin, un lugar al que pertenece; el ser ocupa todos los espacios. El universo sub-lunar al estar formado por los cuatro elementos sometidos a la generación y la corrupción, o sea, al cambio y el movimiento, es imperfecto. Mientras que el universo supra-lunar es perfecto, pues está conformado de éter, el elemento de las esferas celestes. Estas fueron las ideas que adormecieron al mundo científico y filosófico occidental, y la razón de que Aristóteles se ganara tantos críticos a lo largo de la historia.

Galileo demostraría que las ideas de las cuatro causas y la separación de la naturaleza de la Tierra y los cielos eran ideas equivocadas, los grandes errores que se convertirían en dogmas de fe por más de mil años para la escolástica, condenando a todo aquel que no creyera en esta cuestión de fe, tal como en los casos de Giordano Bruno y el mismo Galileo.

Bertrand Russell, por su parte,se ocuparía de criticar la lógica aristotélica. La lógica matemática actual tiene su origen en la lógica aristotélica, la cual no es más que lógica silogística, y aunque Russell hace que suene a poca cosa, fue un gran aporte para la historia de la humanidad. Dice Russell que en la actualidad, la silogística aristotélica está sobrevalorada y que solo conduce a una "mala metafísica". La crítica de Russell concluye diciéndonos que "las doctrinas aristotélicas con la que nos hemos ocupado... son totalmente falsas, con la excepción de la teoría formal del silogismo, que no es importante. Cualquier persona en el día de hoy que desea aprender la lógica estará malgastando su tiempo si lee Aristóteles o alguno de sus discípulos." Russell es también un duro crítico de la ética, la política, la física y la metafísica aristotélica. Russell, junto a Galileo, puede ser considerado uno de los más grandes anti-aristotélicos de todos los tiempos.

Para ponerle el último clavo al ataúd de Aristóteles, Carl Sagan critica, igual que Eratóstenes, el chovinismo tan cómodo del ya apuntalado filósofo. Metiéndolo al mismo saco que los místicos pitagóricos y el negacionista del mundo real Platón, Sagan asegura que Aristóteles con su idea de universos separados y de que todo en el universo tenía un fin, justificaba el sistema esclavista de la polis griega, pues el fin de hombres no griegos no podía ser otro más que el de servir a griegos puros, y el fin de estos era tener esclavos corpulentos que trabajaran para ellos, pues la corpulencia de los esclavos tenía un fin, que era el de servir y trabajar. Estas ideas, como ya se dijo, serían adoptadas por los pensadores medievales, perpetuando la superioridad racial, la esclavitud y los sistemas políticos basados en fines, solo que esta vez, en el mundo medieval se incluía la justificación de Dios para la teocracia y la denuncia de la herejía. Este mismo punto también fue denunciado por los marxistas.

Si el pensamiento aristotélico fue tan nocivo tal como estos autores refieren, ¿por qué agregar a Aristóteles a mi lista de filósofos que admiro? Porque Aristóteles, aun con el nocivo desarrollo de su pensamiento, fue el iniciador de la propia caída del dogmatismo de la escolástica. Aristóteles marcaría el punto de partida de la lógica, sin la cual el desarrollado nivel de abstracción como al que llegó Russell (y sus sucesores) sencillamente no se hubiera dado, o por lo menos, no de la forma en la que se dio. Aristóteles fue el primero en tener un interés filosófico por la actividad científica y sobre cómo funcionaba la ciencia de su época, su método y sus principios de validez. Con todo y sus errores, Aristóteles es bastante claro en lo que quería dar a entender, lo que hace que sea una lectura más fluida e interesante, mucho mejor que la de los Diálogos de Platón. Aunque el aristotelismo desarrollado por la filosofía medieval fue sin duda un cáncer en el pensamiento occidental, soy de los que piensan que, si Aristóteles hubiera vivido hasta conocer a Galileo, él también se hubiera declarado anti-aristotélico al darse cuenta que hicieron de su obra un dogma más de la teología cristiana. Aristóteles presentaba una mente lo bastante clara como para haber entendido las críticas de Galileo y de Russell, reconociendo sus errores y lamentando su legado. Aristóteles, al ser claro y tratar de entender el mundo en que vivía de forma sincera (aunque no libre de prejuicios y chovinismo), es, en mi opinión, una mente que merece ser estudiada.

Véase más: Aristotle, artículo de la Internet Encyclopedia of PhilosophyIntroducción Histórica a la Filosofía de la Ciencia, de John Losee, Editorial Alianza; El Desarrollo de la Lógica Matemática, de P.H. Nidditch, Editorial Cátedra; Bertrand Russell on Plato and Aristotle, artículo del blog Tigerpapers.


Mis filósofos favoritos: Introducción

Hace tiempo que quería hacer este top, de modo que decidí no quedarme con las ganas y mostrarles cuáles son los que, en mi humilde opinión, son los "mejores" filósofos que un interesado en filosofía puede leer.

Desde luego, es solo mi opinión, la cual no representa a nadie más que a mi. Un punto importante es que al ser solo mi opinión, se limita a lo que conozco, que comparado con toda la tradición filosófica es casi nada. Muchos son amantes de la antigüedad y disfrutan leer los poemas de Parménides o los fragmentos que sobreviven hoy de los apotegmas de Heráclito; otros gozan el leer medievales como Agustín de Hipona, Tomás Moro, Franciso de Asís o Tomás de Aquino. En filosofía hay espacio para lo que se les ocurra: ética, estética y filosofía del arte, metafísica, ontología, cosmología, gnoseología, epistemología, bioética, filosofía política, filosofía de las religiones... con las escuelas y doctrinas que más prefieras: materialismo, hedonismo, epicureísmo, platonismo y neoplatonismo, aristotelismo, estoicismo, atomismo, escolásticos, eclécticos, racionalismo, empirismo, apriorismo, marxismo, comunismo, existencialismo, utilitarismo, liberalismo, realismo, antirrealismo, anarquismo, socialismo... y un larguísimo etc.

Desde los pre-socráticos hasta personajes como Savater o Zizek existe un abismo de pensadores y pensamientos tan gigantesco que el ser consciente de esto, es sencillamente abrumador. La historia de las ideas, aunque usualmente se enseñe en esta la historia de la filosofía tradicional, también abarca (o pienso, debería abarcar) el pensamiento que se ha obtenido desde el arte, la literatura, la ciencia y, por qué no (ya que también hay sus aportes), desde la religión y la política.

De una vez, y para que no piensen que soy un ignorante por no mencionarlos en el top, les diré que no solo no menciono a una serie de "renombrados" filósofos, sino que además soy "anti-fan" de estos. Si el filósofo en el que estaba usted pensando es alguno de los siguientes, déjeme decirle que ese filósofo, si bien es necesario conocerlo (ya sea por cultura general o por interés en la filosofía tradicional... o porque no tiene nada bueno qué hacer con su vida), lo cierto es que considero que deberían quedar solo en el baúl de los recuerdos, y que citar hoy por hoy a estos pensadores, representa una forma de deshonestidad académica, una falta de claridad en asuntos y problemas actuales o un ejemplo de choradas desde las humanidades. Y con esas bonitas etiquetas me refiero a pensadores como: Parménides, Zenón de Elea, Platón, Protágoras, Pablo de Tarso, Agustín de HiponaAnselmo de Canterbury, Tomás de Aquino, René Descartes (aunque es admirable su trabajo matemático), Nicolás Maquiavelo, George Berkeley, Arthur Shopenhauer, G. W. F. Hegel, Fichte, Friedrich Schelling, Sören Kierkegaard, Friedrich Nietzsche, Sigmund Freud, Carl Jung, Jean Paul Sartre, Mijaíl Bakunin, Joseph Stalin, Paul Feyerabend, Edmund Husserl, Martin Heidegger, Wilhelm Dilthey, Max Scheler, Ayn Rand, Michel Foucault, Theodor Adorno, Max Horkheimer, Jürgen Habermas, Jacques DerridaJacques Lacan, Enrique Dussel, Fernando Vallejo,  Vandana ShivaSlavoj Zizek, y otro larguísimo etc de disque pensadores que no hicieron otra cosa más que oscurecer asuntos variados, o que el citarlos hoy por hoy resultaría oscurantista.


También notará que no hablo de otro montón más de pensadores de los cuales sería injusto meterlos al mismo saco que los anteriores. Pensadores como Heráclito, Leucipo, Tales de MiletoEpicuroSéneca,  Roger Bacon, Robert GrossetestePetrus Hispanus, Baruch Spinoza, G. W. Leibniz, John Locke, Jean-Jacques Rousseau, Denis Diderot, Montesquieu, Ludwig Feuerbach, Auguste Comte, Benjamin Franklin, Friedrich Engels, Rudolf Carnap, Alfred Jules AyerCarl Hempel, Jean Piaget, Gottlob Frege, Ludwig Wittgenstein, Gilbert Ryle,  José Ortega y Gasset, Thomas Kuhn, Imre Lakatos, Noam Chomsky, Massimo Pigliucci, Richard Lewontin, Michel Onfray, Alain de Botton, Michael RuseSteven Pinker, Sam Harris, Paul Kurtz entre otros, debo reconocer que admiro gran parte de sus respectivas obras, con mesura y sin casarme con ninguna de sus doctrinas. Sin duda el pensamiento de estos autores es digno de análisis. Imprescindibles para una buena formación y cultura crítica y general (de los del párrafo anterior, bueno, aunque muchos dicen que también son imprescindibles, lo cierto es que con mirar lo que la Stanford Encyclopedia of Philosophy tiene que decir de ellos, bastaría). Pero tampoco significa que deban tomarse al pie de la letra todo lo que nos dicen, pues siempre se debe ser crítico con cada afirmación, sin importar quién la haga.  Gran parte de las afirmaciones de estos autores, resultaron ser erróneas, obsoletas, irracionales, falaces e incluso inmorales en algunos casos. De modo que cabe preguntarse: si no es necesario "casarse" con la doctrina o postura de algún autor para admirar su trabajo o aportación de forma crítica, entonces, ¿qué hace falta? ¿Qué condiciones son necesarias para decir que se puede admirar la obra de un pensador, aun sin estar parcial o totalmente de acuerdo con éste?

Lo cierto es que ningún pensador (por más genial que sea) puede verse como la máxima expresión del pensamiento ni se puede asegurar que sea un genio incuestionable con doctrinas y posturas intachables. Mi admiración por estos autores se debe a dos puntos importantes a destacar para calificar cualquier doctrina filosófica: la honestidad y la claridad. Buscar de forma honesta el responder las grandes cuestiones (aunque no encuentra la respuesta o acabe desviándose de este objetivo), y la claridad para expresar el pensamiento, y de este modo, poder ser objeto de análisis, discusión, crítica, refutación, corrección y mejoramiento, son a mi juicio las dos características esenciales para reconocer una buen pensador y una buena filosofía.

Los siguientes autores son los que escogí entre toda la enorme bola de pensadores, desde la antigüedad hasta nuestros días, por ser claros en sus puntos, sinceros en su búsqueda de resolución a problemas tanto de la filosofía como de la sociedad en general. Ninguno, sin embargo, puede escaparse de algunas críticas que nunca están de más.

Con todo esto aclarado, les presento a mis filósofos favoritos:

ÍNDICE

Introducción

Parte I: pensadores del mundo antiguo
*Demócrito
*Sócrates
*Aristóteles

Parte II: filósofos medievales
*Guillermo de Occam
*Nicolás de Cusa
*Giordano Bruno

Parte III: del Renacimiento a la Ilustración
*Francis Bacon
*David Hume
*Voltaire
*Immanuel Kant

Parte IV: el siglo XIX
*John Stuart Mill
*Karl Marx

Parte V: filósofos del siglo XX al XXI
*Bertrand Russell
*Karl Popper
*Daniel Dennett
*Carlos Ulises Moulines
*Jesús Mosterín
*Mario Bunge



viernes, 15 de noviembre de 2013

¡Cientificismo sí, positivismo no! Denuncia de la arrogancia filosófica por ignorancia científica

El siguiente escrito lo presenté como ponencia en la VI Jornada Filosófica, en el coloquio estudiantil de epistemología (el único en toda la jornada. Parece que todos se obsesionaron con la filosofía política, dado que se atascó de coloquios sobre este tema). 

Esperando críticas y algo de problemas que tal vez se saldrían del tema al que defiendo en la ponencia, en mi presentación suprimí gran parte del escrito, por lo que aquí lo transcribo con todo y las referencias bibliográficas utilizadas. La referencia 16 fue una referencia agregada después de que mi ponencia fuera revisada por el comité organizador. También cabe señalar que el escrito fue corregido gracias a comentarios y críticas hechas por mi maestro Mario Alberto Lozano, con el fin de que quedara más legible y con mejor contenido.

Sin más aclaraciones, espero disfruten mi defensa de lo que se conoce como cientificismo moderado como una postura personal racional y coherente con la actividad científica y su filosofía. Como ya saben, sus críticas y comentarios son bienvenidos.

Antes de que usted decida retirarse, persignándose y acusándome en su mente de hereje tan solo por tan provocativo título, le pido que cuente hasta diez y escuche mi propuesta. Ahora que se ha relajado, pongámonos claros en este asunto.

Desde tiempos inmemorables, los “intelectuales” han separado la cultura humana con todas sus riquezas en dos grandes bloques que son hoy conocidos como las dos culturas1. Estas son las ciencias por un lado (y por ciencias no entran aquellas que llamamos ciencias sociales, pero sí tienen cabida las ciencias naturales, la tecnología y la técnica) y las humanidades por el otro (comprendiendo por estas a la filosofía, las artes, la política y las ciencias sociales). Ya con el mismo concepto nos refiere que las ciencias no pueden ser “humanas” o “humanistas”, y que las humanidades no pueden ser “científicas” (en el sentido de cientificidad que tienen la física o la astronomía).

¿Qué hay de malo con ver nuestra cultura de este modo? En primer lugar, esta es una visión falsa e inadecuada de la cultura; en segundo lugar, al ser una falsa visión de la cultura tiene implicaciones obviamente falsas sobre las manifestaciones culturales y su relación en tanto manifestaciones humanas. Expliquemos estos puntos. La noción de las dos culturas es falsa porque no puede haber ciencia sin humanidad, y es indiscutible que no se puede imaginar, hoy por hoy, humanidad sin la ciencia. Es falso que la ciencia o la tecnología deshumanicen al ser humano,  sino todo lo contrario pues hasta donde sabemos, no existe otro ser vivo en el universo que sea capaz de crear conocimiento científico y aplicarlo para producir herramientas con un fin pragmático específico. La ciencia es una de las variadas características de lo que nos hace humanos. La ciencia también es cultura humana y humanista. Y llamarse humanista ignorando la ciencia es, basado en esto, un acto de irresponsabilidad intelectual.

Hace un siglo, quien ignoraba La Iliada era tildado de ignorante o inculto. Hoy lo es, con igual justicia, quien ignora los conceptos básicos de la física, la biología, la química, la economía o las ciencias formales. Y con mucha razón, porque estas disciplinas nos ayudan mucho mejor que Homero a desenvolvernos en la vida moderna; y no solo son más útiles, sino que son también intelectualmente más ricas2. Y es aquí donde entramos en conflicto, pues a menudo muchos “humanistas” sienten ofendido su orgullo por un aparente desprecio hacia todo aquello que se llama filosofía, literatura, arte… en fin, una ofensa al orgullo de “las humanidades”. Hasta cierto punto tienen justa razón para sentir esto, pues muchas veces discursos del tipo “anti-humanismo” son usados efectivamente para menospreciar todo aquello que no entre en lo que se conoce como “el método científico”.

 Los “humanistas” heridos lanzan su ofensiva asegurando que la ciencia solo es un constructo social relativo al contexto histórico y la ubicación geográfica. Algunos, como en un momento lo hizo el showman que se autonombraba filósofo, Paul Feyerabend, buscando una ciencia más “artística” o más humana, llegaron asegurar que “en ciencia todo vale” y que la validez de esta es igual que la de la religión o el mito. Los “científicos” contestan a estas afirmaciones asegurando que estas carecen de contenido real, que son solo palabrería, bonita retórica que demuestra que “las humanidades” han muerto o que no tienen nada que aportar a la sociedad tal como la ciencia lo hace en la actualidad. Así tanto “humanistas” como “científicos” se arrojan grandes trozos de heces fecales menospreciándose unos a otros.


Si un filósofo, un sociólogo o un poeta hablan algo sobre la ciencia, se dice que solo abusa de términos científicos que ni siquiera entiende (y en algunos casos sucede así realmente). En cambio si un biólogo, un físico o un astrónomo habla sobre las implicaciones filosóficas o culturales de alguna teoría, se le acusa de reduccionista (y también en veces ocurre que es verdad), de ignorante de humanidades, de positivista o de cientificista. En fin, se le acusa de hereje por meterse en un campo que presumiblemente ignora. Entre los partidarios principales de ambos bandos se cuentan algunas de las mentes más brillantes que conocemos3. Si bien, es cierto que las humanidades no pueden ser disciplinas confiables ignorando por completo a la ciencia (y viceversa, conocimiento científico no está completo sin una comprensión humanista), es provocativo e insultante las etiquetas que desde estas se lanzan a la ciencia: reduccionista, positivista y, la peor, cientificista. Estos peyorativos no solo se utilizan para satanizar la ciencia, sino que también la confunden con tecnologías y teorías político-económicas con visión de progreso industrial y enriquecimiento privado (a saber, el neoliberalismo). Se asegura que la ciencia es la fuerza que oprime a la sociedad, que es “una verdad relativa”, un “relato” entre muchos. Desde luego que los ataques del mismo estilo lanzados desde la postura “científica” merecen igual espacio para la reflexión y el análisis crítico, pero en este momento concentrémonos en las acusaciones de reduccionista, positivista y cientificista.

Siempre que se critica alguna propuesta del tipo religiosa, filosófica, política, económica o sociológica desde un pensamiento crítico sustentado en la ciencia, por más válidos argumentos que la crítica pueda tener y por más hechos en los que se sustente para decir que el discurso atacado es contradictorio o no se ajusta a la realidad, lo cierto es que nunca falta el que salga gritando ¡reduccionista! ¡positivista! ¡cientificista! Este fenómeno (si es que se me permita llamarlo así) ocurre sin importar la ideología o postura política que se tenga. Desde la derecha se acusa a la ciencia de promover un ateísmo que atenta contra la moral y los valores de la sociedad tradicional; desde la izquierda, se afirma que el imperialismo científico solo existe para “explotar al hombre por el hombre”, para crear armas de destrucción masiva, para contaminar o para envenenar a la prole con alimentos transgénicos y demás cosas sintéticas4.

Además de la innegable carga emocional de este tipo de retórica, la ignorancia científica y las falacias cometidas, es casi una norma el que en discursos como estos se tache de reduccionista, positivista o cientificista al criticado, como si esto fuera equivalente a decir ¡bruja! ¡hereje! o cosa parecida. Se usan (o mejor dicho, se abusa de) estos conceptos como si fueran sinónimos y como si la visión científica pudiera reducirse a los mismos. Es el sello que indica que críticas basadas en la ciencia no tienen cabida en las llamadas “humanidades”. ¿Pero qué tan honesto y correcto es usar este tipo de acusaciones básicamente estigmatizantes?

Cuando hablamos de reduccionismo, a menudo se suele referir a esa idea de que los fenómenos sociales pueden explicarse y reducirse a fenómenos biológicos o, mejor dicho, físicos, de modo que solo bastaría con la biología o más aun, con la física para explicar cosas como la creatividad, la socialización, los sentimientos, la oferta y la demanda o las creencias religiosas. Esto es claramente la peor pesadilla de cualquier humanista. Pero resulta ser una pesadilla infundada, tal como explica Gilber Ryle5 pues esta carece de fundamento no solo por ser un temor contingente, sino que además no tiene sentido tal contingencia. Ryle nos explica que si bien es posible que los físicos encuentren un día respuesta a todos los problemas de la física, lo cierto es que no todos los problemas son problemas físicos. Una analogía de esto es comparar la física con el juego de ajedrez: un físico reduccionista entrenado que no sabe nada de ajedrez mira algunos juegos. Después de mirar por un rato el juego de ajedrez y prestar atención a los movimientos, el reduccionista, aun sin que nadie le haya explicado el juego, deducirá ‘leyes’ generales del ajedrez que siempre se cumplen. Así deduce los movimientos que pueden realizar el peón, el alfil o la reina (junto al resto de las piezas). 

El físico reduccionista concluiría que todo el juego está regido por leyes inviolables; desde el momento mismo en que uno toma un peón, la jugada que hará con él es predecible en la mayoría de los casos. El curso total de lo que trágicamente denominan “juego” ya está preordenado sin alternativa. El juego entonces, está gobernado por una necesidad inflexible, que no deja lugar para la inteligencia o la atención. Por tanto, el juego de ajedrez es reductible. Desde luego, una conclusión así no sería en lo más mínimo científica ni se ajustaría con la realidad en el juego de ajedrez. Un jugador experimentado se reiría de una conclusión semejante, diciéndonos que, si bien es predecible que al mover un alfil este se detendrá en un casillero del mismo color gracias a las “leyes físicas del ajedrez”, de estas no es deducible si el alfil se moverá en un momento u otro durante el juego.  Existe en el juego un amplio campo para que se ponga de manifiesto la inteligencia o la estupidez para pensar y elegir. Nada de esto es reductible a las “leyes”. Las reglas son inalterables pero las partidas no son uniformes.6

Desde luego, con esta analogía no se busca sugerir que las leyes físicas son similares a las reglas de juego de ajedrez, sino que se busca dejar en claro que no hay contradicción en decir que uno y el mismo proceso, se acomoda a dos principios de distinta clase y que ninguno de ellos es reductible al otro. De modo que no solo un reduccionismo físico total sería un sinsentido, sino que, de igual manera, un reduccionismo sociológico o cultural es igualmente un sinsentido. Esto tampoco significa que no existe un nivel de reducción en la ciencia, sino que la pesadilla de los humanistas en la que sus disciplinas amadas se explican por leyes físicas es falsa, y entonces, la acusación ante algunas teorías y propuestas hechas desde la ciencia de ser reduccionistas ingenuas, no tienen sentido. Tampoco puede usarse dicho término como un sinónimo de cientificista, aunque tal vez sí de positivista, como veremos más adelante.

El  reduccionismo científico real busca entender los fenómenos por medio de las explicaciones más simples y elegantes. Este es un punto que desde las ciencias naturales se tiene bien presente, pues una explicación reduccionista ingenua no puede ser una explicación científica. Sin embargo, es igual de errado suponer que las ciencias naturales no tienen nada que aportar al entendimiento de los fenómenos sociales y psicológicos. Ambos puntos extremos son pseudocientíficos y pseudointelectuales, además de ser por demás ingenuos.

Por otro lado, el concepto de positivismo suele tratarse con más ambigüedad y confusión. En la historia, el positivismo fue una de las primeras propuestas contemporáneas que consideran a la ciencia como base para la reflexión filosófica, propuesto en el siglo XIX por Auguste Comte, quien se le considera el primer filósofo de la ciencia en sentido moderno7. Comte buscaba suprimir los sinsentidos de la metafísica, exaltando el valor único de la ciencia como productora de conocimiento y única guía para la filosofía y la vida8, sin embargo su propuesta se desvío hacia una doctrina religiosa solipsista. Aunque para el siglo XX el positivismo propuesto por Comte estaba muerto, surgió a finales de la década de 1920 el Círculo de Viena, una agrupación de filósofos que buscaban formar una nueva epistemología, denominada por ellos como empirismo lógico, pero pasando a la historia con el injusto nombre de positivismo lógico. Ya desde entonces, el tachar alguien de positivista o de “neopositivista” ya era una etiqueta que te identificaba como un reduccionista que prestaba más atención al análisis lógico del lenguaje que a la actividad filosófica y científica del mundo real.

El empirismo lógico marca el punto de partida de la filosofía de la ciencia como disciplina académica, y es incuestionable su valor histórico y filosófico. El desarrollo posterior de la filosofía de la ciencia se estructura en mayor o menor medida en comentarios y críticas ante las tesis defendidas o atacadas desde el Círculo de Viena. Sin embargo, el empirismo lógico defendía una serie de afirmaciones como únicas características para que un enunciado o una teoría pudiera calificarse de científica o de tener sentido. La teoría o enunciado analizado, se decía, tiene sentido si y solo si existe un procedimiento experimental que lo verifique. De no ser así, es metafísica y no ciencia, y por tanto no tiene sentido. Enunciados que no cumplían con lo anterior eran pseudoenunciados que no hacían otra cosa más que causar pseudoproblemas filosóficos. Esto limita tanto a la ciencia como a la epistemología al ver como únicas formas viables de tener enunciados y teorías con sentido, solo mediante el verificacionismo, el inductivismo y el reduccionismo conceptual9. Tesis que desde las críticas de Popper, Hempel, Kuhn, Lakatos, Moulines y Bunge (entre otros) sabemos que no se sostienen y acaban en una contradicción. El enunciado “existe el mundo más allá de nuestra propia mente”, un enunciado que se acepta como válido para poder hacer investigación científica, se dice desde el empirismo lógico que es un sinsentido ya que no existe manera de demostrar de forma absoluta dicha afirmación. También decir que el principio de verificabilidad es el único criterio de validez científica no puede ser verificado, por tanto es un sinsentido, y por tanto, el empirismo lógico acaba por ser autoaniquilante. Esto hizo que la corriente que todos llaman positivismo lógico muriera más o menos a finales de la Segunda Guerra Mundial.

A pesar de que el reduccionismo total carece de sustento científico y que el positivismo lógico murió hace más de medio siglo, de nada ha servido que esto sea aclarado una y otra vez, pues una y otra vez las descalificaciones de reduccionistas y positivistas siguen apareciendo, pero ahora con el único fin de descalificar más que señalar que alguna propuesta pertenezca a alguna doctrina o postura que obedezca a dichos conceptos. Ya que en la historia se le recuerda a estas ideas como fracasos intelectuales, cuando alguna propuesta hecha desde la ciencia se hace para complementar alguna idea o teoría en antropología, sociología o filosofía, se le descalifica de positivista o reduccionista de forma ambigua, con el único fin de asegurar de forma implícita que dicha propuesta no sería más que un fracaso intelectual como los de Comte y Carnap. Eso aquí y en China se llama retórica tramposa, una muestra de arrogancia y prejuicio. Pero la ambigüedad y el prejuicio no paran aquí.

En los últimos tiempos, cuando un científico parece presentar una teoría con implicaciones sociales, o se asegura que desde la ciencia se puede explicar los por qué filosóficos10 o el debe ser de la moral11, se asegura, sin análisis previo por lo regular, que ésta será una propuesta cientificista. ¿Pero qué es el cientifismo? Si tratamos de sacar la definición de quienes abusan de este concepto, “el cientificismo es cualquier cosa menos claro”. El cientificismo, en un sentido fuerte, es la postura que asegura que solo las afirmaciones científicas tienen sentido, sin embargo, esta afirmación no es un enunciado científico y por tanto, carece de sentido.12 El cientificismo fuerte es pues, igual que el empirismo lógico, autoaniquilante. Esta concepción parece haber sido formulada por Ludwig Wittgenstein en su Tractatus Logico-Philosophicus (1922) cuando afirma que “la totalidad de las proposiciones verdaderas es el conjunto de las ciencias naturales…”; según se cuenta, Wittgenstein repudió tiempo más tarde esta conclusión.13

Desde esta perspectiva, cualquiera que diga que esto no es una tontería estaría negando algo evidente. Pero este no es más que una forma de interpretar el cientificismo. El uso peyorativo de cientificismo tan negativo usado por “humanistas”, se ha venido lanzando ahora desde las filas de la pseudociencia y la anticiencia. Investigadores del fenómeno ovni, parapsicólogos, defensores del creacionismo del diseño inteligente, psicoanalistas, sociólogos posmodernistas y gurúes de la new age, acusan a todos aquellos que no comparten sus retorcidas formas de ver la realidad de cientificistas, causando mayor confusión aun. El cientificismo ahora se mira más como una palabra para asustar que como una etiqueta para cualquier doctrina coherente14.

Debido a la ambigüedad del cientificismo como peyorativo, algunos autores como el historiador de la ciencia y columnista de Scientific American Magazine, Michael Shermer, se vieron en la necesidad de hacer una definición coherente de este concepto en un sentido débil o moderado. En esta se asegura que la ciencia, si bien no es perfecta ni una verdad última y revelada, es la mejor fuente conocimiento, la mejor herramienta para explicar el mundo natural y social. “El cientificismo es una visión científica del mundo que abarca las explicaciones naturales para todos los fenómenos, evita las especulaciones sobrenaturales y paranormales, y abraza el empirismo y la razón como los dos pilares para una filosofía de la vida adecuada para la Era de la Ciencia” asegura Shermer.15

De Izquierda a Derecha: Michael Shermer, Sam Harris, Stephen Hawking, Steven Pinker, Richard Dawkins y Mario Bunge.
Cada uno de estos grandes pensadores se han declarado, implícita o explícitamente, cientificistas.
A pesar de esto, es posible distinguir un "nivel" de cientificismo en cada uno, pues mientras unos
consideran a la ciencia como única vía del conocimiento (Hawking y Dawkins), otros consideran que disciplinas no
científicas como la filosofía y las humanidades también juegan un papel importante en la comprensión del cosmos, la vida,
el ser humano y su historia. (Pinker y Bunge). Algunos otros consideran que problemáticas que hasta ahora han estado
relegadas a la filosofía, como la moral, pueden en realidad ser objetos de estudio científico (Shermer y Harris).
El cientificismo, sin embargo, ha sido criticado en todos sus niveles. Uno de sus principales críticos es el filósofo Massimo Pigliucci.

Es a este punto al que he querido llegar a lo largo de esta brevísima revisión de la denuncia infundada y ambigua, el punto en el que se define el cientificismo, no como un calificativo negativo que muestra ignorancia y arrogancia, sino como una postura. Para una definición más completa, defendible y que se ajusta con la auténtica visión de los científicos con intereses filosóficos y de los filósofos que buscan filosofar científicamente, Steven Pinker en su artículo “La ciencia no es su enemiga”, publicado en agosto de 2013 en New Republic nos dice que el cientificismo… no es la creencia de que los miembros del gremio profesional llamado ‘ciencia’ son particularmente sabios o nobles. Por el contrario, las prácticas de definición de la ciencia, como el debate abierto, la revisión por pares, y los métodos de doble ciego, se han diseñado expresamente para eludir los errores y pecados a los que los científicos, siendo humanos, son vulnerables. El cientificismo no significa que todas las hipótesis científicas actuales son verdaderas; la mayoría de las nuevas no lo son, ya que el ciclo de la conjetura y la refutación es el elemento vital de la ciencia. No es una unidad imperialista para ocupar las humanidades; la promesa de la ciencia es enriquecer y diversificar los instrumentos intelectuales de la erudición humanista, no destruirlos. Y no es el dogma de que lo físico es lo único que existe. Los propios científicos están inmersos en el medio etéreo de la información, incluyendo las verdades de las matemáticas, la lógica de sus teorías, y los valores que guían su empresa. En esta concepción, la ciencia va de la mano con la filosofía, la razón y el humanismo de la Ilustración. Se distingue por el compromiso explícito de dos ideales16, y son éstos los que el cientificismo  pretende exportar al resto de la vida intelectual.”17

Este punto es, en mi opinión, lo más importante, la aceptación de que la cultura no se compone de ciencias “Y” humanidades, sino que cultura solo hay una. La cultura que une las humanidades con la ciencia, a saber, la cultura científica es lo que mejor nos puede ayudar no solo a entender el mundo que nos rodea, sino a expresar nuestros sentimientos, anhelos y decisiones sobre este. Es además esencial para una correcta educación, además de ayudarnos a definir lo claro de lo oscuro. En la sociedad, la ignorancia, el oscurantismo, la superstición y la pseudociencia que se venden como verdades reveladas, representan una amenaza en variados grados. La cultura científica, la postura cientificista moderada, es la mejor herramienta para defendernos del ataque de la irracionalidad. La ciencia es vital para entender a la sociedad.  Nadie ha expresado mejor este punto que el astrónomo y gran divulgador científico, Carl Sagan, quien escribe: “Hemos preparado una civilización global en la que los elementos cruciales  dependen profundamente de la ciencia y la tecnología. También hemos dispuesto las cosas de modo que casi nadie entienda la ciencia y la tecnología. Eso es una garantía de desastre. Podríamos seguir así una temporada pero, antes o después, esta mezcla de combustible de ignorancia y poder nos explotará en la cara…Me preocupa, especialmente… que la pseudociencia y la superstición se hagan más tentadoras de año en año, el canto de sirena más sonoro y atractivo de la insensatez. ¿Dónde hemos oído eso antes? Siempre que afloraron los prejuicios étnicos o nacionales, en tiempos de escasez, cuando se desafía a la autoestima o vigor nacional, cuando sufrimos por nuestro insignificante papel y significado cósmico o cuando hierve el fanatismo a nuestro alrededor, los hábitos de pensamiento familiares de épocas antiguas toman el control. La llama de la vela parpadea. Tiembla su pequeña fuente de luz. Aumenta la oscuridad. Los demonios empiezan agitarse.”18

*Por Daniel Galarza Santiago.
Departamento de Filosofía, CUCSH, U de G. Estudiante de licenciatura en Filosofía.

*Referencias

1.       Término Tomado de la Conferencia de CP Snow, Las dos culturas y la revolución científica (La Conferencia Rede, 1959), Cambridge University Press, Nueva York, 1961.

2.      Cfr. Bunge, Mario; “Filosofar científicamente y encarar la ciencia filosóficamente” (Facultad de Filosofía y Letras, Buenos Aires, 1957), en La Ciencia, su Método y su Filosofía, Siglo Veinte Editores, México, 1991.

3.      Cfr. Bonfil Olivera, Martín; “¡Ciencia vs Filosofía!” en blog La Ciencia por Gusto. http://lacienciaporgusto.blogspot.mx/2012/10/ciencia-vs-filosofia.html

4.       En su articulo Sciences is not your enemy ( http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities ) , el profesor de psicología de la Universidad de Harvard y columnista de The New Republic , Steven Pinker, pone de EJEMPLOS Fragmentos de dos Discursos Lanzados desde la izquierda de Como from La Derecha Política. El Primero, Una "Crítica" de izquierda aparecida en 2011 en The Nation ( http://www.thenation.com/article/160236/same-old-new-atheism-sam-harris#axzz2bloIygM3 ) Hacia tres libros de Sam Harris , Por instancia de parte del historiador Jackson Lears dados:

“Los supuestos positivistas dieron fundamentos epistemológicos para el darwinismo social y las nociones pop evolutivas del progreso, así como para el racismo científico y el imperialismo. Estas tendencias se unieron en la eugenesia, la doctrina de que el bienestar humano se podría mejorar y eventualmente perfeccionar a través de la cría selectiva de los "aptos" y la esterilización o la eliminación de los "no aptos". ... Cada colegial sabe lo que sucedió después: la catástrofe del siglo XX. Dos guerras mundiales, la masacre sistemática de inocentes a una escala sin precedentes, la proliferación de armas de destrucción inimaginable, guerras en la periferia del imperio - todos estos acontecimientos involucraron, en distintos grados, la aplicación de la investigación científica a la tecnología avanzada.”

La segunda “crítica” a la ciencia que muestra Pinker como acusación paradigmática por parte de la derecha política viene del extracto de un discurso del 2007 de Leon Kass, asesor de bioética de George W. Bush, dice:

“Las ideas y los descubrimientos científicos sobre la naturaleza viviente y el hombre, perfectamente bienvenidos e inofensivos en sí mismos, están siendo reclutados para luchar en contra de nuestras enseñanzas religiosas y morales tradicionales, e incluso nuestra autocomprensión como criaturas con libertad y dignidad. Una fe cuasi-religiosa ha surgido entre nosotros -déjenme llamarla "cientificismo desalmado"- que cree que nuestra nueva biología, la eliminación de todos los misterios, puede dar una explicación completa de la vida humana, dando explicaciones puramente científicas del pensamiento humano, el amor, la creatividad, el juicio moral, e incluso por qué creemos en Dios. ... No se equivoquen. Las apuestas en este concurso son altas: la cuestión radica en la salud moral y espiritual de nuestra nación, la vitalidad continuada de la ciencia, y nuestra propia autocomprensión como seres humanos y como hijos de Occidente.”

Jackson Lear respondió a Pinker acusándolo de deshonestidad intelectual al sacar su cita fuera de contexto. Pinker, al parecer, acepta el reclamo al añadir al final de su artículo original la réplica de Jackson Lear.

5.      Ryle, Gilbert; El Concepto de lo Mental, Paidos, Buenos Aires, 1967.

6.      Cfr. Ibid. Pág. 68-69.

7.       "Auguste Comte" en la Stanford Encyclopedia of Philosophy, http://plato.stanford.edu/entries/comte/

8.      “Comte, Auguste”, Doce Mil Grandes, Los Mil Grandes de la Filosofía y la Religión (Tomo 8), Promexa, México, 1982.

9.      Cfr. Moulines, C. Ulises; El Desarrollo Moderno de la Filosofía de la Ciencia (1890-2000), UNAM, Instituto de Investigaciones Filosóficas, México, 2011.

10.  El astrofísico y divulgador científico, Lawrence Krauss afirma, tanto en su obra Un Universo desde la Nada (Pasado & Presente, 2012) como en un debate sostenido con el filósofo Julian Baggini (http://www.theguardian.com/science/2012/sep/09/science-philosophy-debate-julian-baggini-lawrence-krauss), que los “por qué” hechos desde los albores de la filosofía (como el clásico ¿Por qué hay algo en vez de nada?), no tienen sentido y pueden traducirse al “cómo” (¿Cómo llegó a existir algo en vez de nada?), pregunta que la ciencia se ocupa de resolver.

11.  El licenciado en filosofía y doctor en neurociencias, Sam Harris, lleva desde hace un tiempo proponiendo una teoría moral basada en la ciencia que aunque en principio habló de ésta en The End of Faith, dio a conocer abiertamente en su propuesta extendida en su más reciente obra The Moral Landscape (Free Press, 2010). Harris asegura que los valores morales objetivos existen, pero que estos no se basan en la idea de un Dios personal ni en ninguna religión sino en el conocimiento científico y en lo que éste nos aporta sobre el mal o el bien que podemos causar a terceros, incluido el medio ambiente. Su teoría ha sido duramente criticada por sus colegas como Massimo Piggliucci: http://rationallyspeaking.blogspot.mx/2010/04/about-sam-harris-claim-that-science-can.html.

12.   Carroll, Robert T .; "Cientificismo" en The Skeptic's Dictionary , http://www.skepdic.com/scientism.html

13.   Ibid.

. 14   Pinker, Steven; "Science is not your enemy", en The New Republic , http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities   

. 15   Shermer, Michael; "The Shamans of Scientism", cuarto de Scientific American , Septiembre, 2002. http://www.michaelshermer.com/2002/06/shamans-of-scientism/

16.  Pinker señala que los dos ideales con los que la ciencia se encuentra comprometida son: que el universo es comprensible y que la adquisición de conocimiento es difícil. Es importante reconocer que este y otros puntos del ensayo de Pinker han sido ampliamente criticados por Massimo Pigliucci (http://rationallyspeaking.blogspot.mx/2013/08/steven-pinker-embraces-scientism-bad.html)

. 17   Pinker, Steven; "Science is not your enemy", en The New Republic, http://www.newrepublic.com/article/114127/science-not-enemy-humanities

18.  Sagan, Carl; El Mundo y Sus Demonios, Planeta, México, 2002.

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